miércoles, 26 de enero de 2011

Cuando el cliente no tiene la razon ( es mejor tener un ojo en la nuca)






Lo sucedido a nuestro compañero, Capitan Ivo Q., aunque me causa supremo malestar, no me sorprende. Es simplemente el resultado de la degradacion que ha sufrido nuestra profesion. Por un lado gracias al desgaste causado por la antagonica relacion con nuestro empleador, la poca beligerancia de nuestro sindicato en determinados momentos por el otro, sumado ambos a nuestra apatia a defender y hacer prevalecer nuestros derechos, ya no solo como trabajadores sino como individuos.

 Siento que lejos de exigirle a la Autoridad la toma inmediata de acciones tras los hechos, debimos haber actuado nosotros mismos. Solo bajo el principio de procurar un ambiente laboral pacifico ningun practico debio abordar el buque en cuestion hasta tanto su Capitan fuese puesto completamente fuera del escenario, fuera de el buque. Un clima laboral pacifico no es aquel donde se necesita personal armado para garantizar la seguridad de los trabajadores, sean estos administrativos, miembros o no de nuestro sindicato. No estamos en tiempos de guerra para tales medidas.


En su declaracion, el Capitan de el buque, cuestiona la maniobra que el Practico ejecutaba, lo que es completamente aceptable, entendible y comun.  La agresion fisica, especialmente de la forma cobarde en que se llevo a cabo, no tiene nada de comun, de entendible y mucho menos de aceptable. Es la accion propia de un vulgar delincuente o, en el mejor de los casos de un individuo con problemas mentales (sexuales, diria un gran amigo mio) el cual no deberia tener el privilegio ni la responsabilidad de estar a cargo de ninguna embarcacion.

Como quiera que el f&%$ng maritime language, es a veces necesario en nuestro entorno maritimo dada la naturaleza de la gente de mar, y que el mismo cause cierto ezcosor, es tambien cierto que entre este y la agresion fisica existe una barrera que bajo ninguna justificacion debe ser sobrepasada. No quiero imaginarme lo que hubiera sucedido si la maniobra hubiese culminado en un accidente. Estariamos hablando ahora de el funeral de nuestro companero, aunque suene fuera de proporcion.

Si permitimos que este y otros tipos de abusos se queden en el olvido, con nuestra memoria cortoplacista, llevaremos a nuestra profesion, otrora altamente respetada, a los niveles que adquirieron los conductores de los diablos rojos en sus peores momentos.

Esta en nosotros procurarnos respeto y seguridad. Nuestros administrativos estan alla, en sus comodas oficinas, entre papeles cafe y secretarias.

 Exijamos a nuestro empleador recordarles a los clientes quien esta a cargo y cuales son las reglas. Un cliente bien informado es menos peligroso.

jueves, 20 de enero de 2011

Panamá: metrópoli aldeana

De regreso a casa, luego de unas vacaciones en Florida,  se me ocurrió publicar en facebook lo siguiente: "De vuelta a la Aldea---perdón---quize decir Panamá....". Ignoraba por completo que mi comentario crearía malestar en algunos de mis amigos en la red . No era esa ni mi más remota intención. Estoy orgulloso de ser panameño, más no así de las bellezas que aquí suceden. Considero innecesario enumerarlas pues los medios de comunicación, a su manera, lo hacen a diario.


Los escazos nueve días fuera de Panamá me sirvieron no solo para disfrutar con mi familia, sino además para tener una apreciación un tanto más clara de lo que conocemos como nuestra idiosincracia. Que no es más que la sub-cultura que hemos, todos los panameños generación tras generación, desarrollado a lo largo de nuestra historia para simplemente justificar nuestras acciones. El tramo de el Aeropuerto a mi residencia solo sirvió para reafirmar lo anterior. Las calles inundadas de basura, el desorden vial, la actitud de los conductores, y  la falta de agua, eran la indicación feaciente de que había llegado a mi ciudad.


Extrañé entonces aquellos nueve dias. Conduciendo por amplias calles sin cráteres, con gente cortéz no solo en el manejo sino en su trato. Sin basura y con abundante agua. Con semásforos funcionando a la perfección. Con respeto y sin mucho ruido.Con mínimos niveles de delincuencia, y sin tanta crónica amarillista.
Me pregunto como aquí se dista mucho de lograr, al menos, lo básico para que nuestra gente recobre la dignidad y se sientan verdaderamente orgullosos de ser panameños.


"La culpa es de el gobierno", dirán muchos sin temor a equivocarse." La culpa es de el poder económico" que nos asfixia, dirán otros más. Y un tercer grupo lo más probable es que le achaque los problemas a ambos, que se han combinado para explotar y satisfacer sus intereses ecónomicos, políticos y personales. No se equivocan, aunque me temo que se nos queda por fuera el más responsable de este caos de sociedad en la que vivimos: sus habitantes. Precisamente nosotros mismos.


Si nosotros los ciudadanos de este país nos seguimos mostrando indolentes y apáticos a lo que sucede en nuestro entorno estamos condenando a nuestros hijos a un futuro aterrador. A menos que estés incrustado en la cúpula político-económica dominante tu descendia tendrá pocas opciones. El "tercermundismo" (odioso término) parece prevalecer en nuestro actuar. La paúperrima educación solo nos sepulta aun más profundo, allá muy por debajo de la linea de la mediocridad, muy proximos a la idiotez. Los pocos ciudadanos pensantes y conscientes son acallados sistemáticamente unos, y otros simplemente prefieren voltear hacia otro lado en un intento de ignorar la estupidez colectiva.
El consuelo de la ignoracia es la dicha de desconocer que se puede ser mejor. Es el mejor antídoto para un verdadero desarrollo humano.


De poco sirve el crecimiento económico de nuestro país si de nuestras aulas salen individuos incapaces, ya no solo de adecuarse a los cambios, sino con una carencia de principios humanos y que en el mejor de los casos fijan sus metas en lo material. 
Sino procuramos cambios profundos en nuestra "idiosincracia, y exigimos nuestros derechos, simplemente continuaremos siendo un país con riqueza, pero con muchos pobres, sobre todo, pobres de pensamiento. Y nuestra ciudad por sus grandes edificios y lujosos centros comerciales seguirá siendo una metrópoli con servicios para una aldea, una "aldeatrópoli".


Despues de todo, los habitantes de alguna aldea (aldeanos) se sentirían insultados al saberse comparados con nosotros. Las aldeas son generalmente tranquilas, y su gente es, cuando menos, pragmática.


Que no nos ciegue el "falso orgullo" !